Diego Sabanés, el chico del tren que hizo escala en Madrid, por Pablo De Vita

 

El realizador argentino Diego Sabanés presenta en la Semana del Cortometraje de Madrid su último trabajo titulado El chico del tren con el que consolida su constante labor en territorio español aunque el diálogo permite construir un puente con la sureña Buenos Aires donde la evocación a Julio Cortázar no puede estar ausente. 

El realizador Diego Sabanés se hizo conocido en Latinoamérica gracias a su ópera-prima Mentiras Piadosas aunque antes había concretado junto a Dieguillo Fernández uno de los cortos más renombrados del incipiente mundo audiovisual de mediados de los '90.  Hoy es Profesor en la ECAM, Miembro de la Academia de Cine de España, SGAE, EGEDA y de la argentina Argentores y especializado en  asesoría de guión, desarrollo de proyectos audiovisuales y dirección de actores es profesor en escuelas de cine de España, Cuba y Argentina. Con mucho trabajo en el teatro y la televisión española, el mundo del cine le ha brindado alegrías en el campo del cortometraje al que añade ahora El chico del tren, que se conoce en la Semana del Cortometraje de Madrid, un evento que debió ser postpuesto por la pandemia del Covid-19 y que finalmente le permitirá tener su premiere  y que permite, en diálogo con el crítico Pablo De Vita, conocer otros aspectos de la obra de este notable cineasta. 


Siendo un director argentino que también trabaja en España  ¿le costó acercarse al sistema de producción español? ¿Cuáles cree que serían sus diferencias?


Mi aterrizaje en España se dio justamente como complemento de mi formación: llegué con una beca del programa Ibermedia y eso me permitió trabajar en varias películas acá. A partir de ese momento, trato de desarrollar proyectos en las dos orillas, aunque las circunstancias no siempre acompañan... De hecho mi primer largo es una coproducción.  El sistema de producción español es muy diferente. Señalar las diferencias no es tan fácil porque además los dos países están revisando sus mecanismos de financiamiento en estos últimos años, en un marco muy cambiante que tiene que ver con las plataformas digitales como fuente no sólo de consumo sino también de producción. Podríamos hablar de un cierto paisaje común. Hay nuevas formas de ver cine y series, nuevas formas de lanzarlas, nuevos criterios de producción... y las leyes corren detrás para tratar de ponerse al día, siempre en un territorio minado por los intereses de diferentes grupos. Esto es algo que podría aplicarse, como situación general, a los dos países. Pero más allá de eso, las diferencias son muchas.

Creo que en España la actividad audiovisual sigue criterios más industriales. Argentina lo intenta pero, claro, tiene menos recursos. Por otro lado, Argentina tiene (y alienta) un movimiento de cine que llamamos "independiente" muy diverso y muy activo, que en España es mucho menor y más disperso. Los cineastas que podríamos llamar independientes en España juegan con mucha desventaja. Hay un tipo de ayudas que se supone están diseñadas para ese perfil de cine no-industrial (las llamadas "especiales") pero los requisitos para conseguirlas, según reclaman algunas asociaciones, son cada vez más cercanos a los industriales. Además el cine español tiene un número amplio de detractores, que sostienen prejuicios como "los del cine viven de las subvenciones"; una afirmación que demuestra el desconocimiento total de los procedimientos de las ayudas públicas, que son por concursos y puntaje, y rigurosas hasta la extenuación. 


Diego Sabanés en la lente de Fani Konstantinou.


¿Y como ve ese sistema específicamente en el mundo del cortometraje?


Con respecto al terreno del cortometraje, la diferencia entre Argentina y España es grande también. En España hay varias ayudas oficiales, divididas en dos grandes categorías: las nacionales (que otorga cada año el ICAA, Instituto de Cine, que depende del Ministerio de Cultura) y las regionales (cada región del país tiene sus propias ayudas, complementarias de las nacionales). Esto permite cubrir costos más altos. Luego hay también muchos más festivales. Cada región del país tiene su festival de cortos, y muchos de ellos con gran afluencia de público. Por último, hay un canal de TV de pago (Movistar+) y recientemente algunas plataformas que pagan por emitir cortos. La famosa "compra de derechos de antena" que permite recuperar parte de la inversión. Porque es importante aclarar que el sistema funciona así: el productor financia todo el costo y luego va recuperando poco a poco, a lo largo de un año y medio o dos, a partir de estas ayudas y ventas, que dependen de diversos criterios. En líneas generales, hay una enorme producción de cortos y las posibilidades de recuperación son pocas, en comparación. Pero que las hay, las hay...


¿Que similitudes y diferencias observa entre sus últimos trabajos presentados?


Desde mi primer corto hasta el último, pasando incluso por trabajos hechos por encargo, como una miniserie documental que se está emitiendo ahora en Amazon, o el largo que dirigió Alberto Ponce sobre Blackie, (N.d.R. Paloma Efrón, apodada "Blackie" fue una afamada presentadora pionera de la televisión argentina de los años '60), creo que mi interés siempre sigue dos pilares: los personajes, en sus dobleces y zonas un poco raras, digamos, y las estructuras narrativas. Para mí es muy difícil quedarme en una situación sencillas (hace poco rodé por encargo un corto que giraba íntegramente sobre una conversación de dos personajes sentados en una mesa, y sufrí bastante). Me interesan los personajes que parecen algo pero son otra cosa; o que son dos o tres cosas a la vez. Porque creo que así somos todos. A veces nos atrae que la ficción simplifique las cosas, que los personajes tengan un objetivo claro y lo sigan, que los acontecimientos tengan una relación lineal de causa y efecto, y a la larga los conflictos se resuelvan... pero es porque esos mecanismos nos tranquilizan. Soportamos que el lobo se coma a Caperucita porque sabemos que al final el Cazador (¿o era un leñador?) mata al lobo y rescata de su panza a Caperucita sana y salva. Pero el mundo funciona con procedimientos más contradictorios y caóticos. El teatro post-dramático hace intentos muy interesantes por capturar esa complejidad pero el cine por lo general se queda atrás, salvo en casos muy aislados. Algunas series recientes son mucho más arriesgadas en esos términos que el cine, quizás por cuestiones de producción. Es muy difícil que un productor se arriesgue a financiar una película que no parezca una, Es cada vez más difícil que un productor se arriesgue a financiar una película que no parezca una apuesta segura.

Los últimos cortos que estrené son pequeños juegos narrativos. Los invitados siempre vuelven estaba narrado hacia atrás: cada escena transcurría una hora antes de la que se acababa de ver. El chico del tren está organizado sobre dos tramas con una misma protagonista: la directora de un museo se prepara para acudir a una cita mientras recuerda una historia que vivió con el amante con quien se va a reencontrar. Aquí la particularidad es que todo lo que vemos del "chico" en cuestión no es objetivo; es sólo lo que ella recuerda de él. 

Vicenta Ndongo, la actriz que interpreta a Sara, en El chico del tren


¿Y cómo imbrica su recordada película Mentiras piadosas en esta idea?


En el caso de Mentiras piadosas el juego era un poco menos evidente. Digamos que era un juego "secreto": me dediqué a combinar diferentes tramas argumentales de cuatro cuentos de Cortázar, y alusiones a varios más, de modo que pareciera una única historia. Y creo que funcionó muy bien. Al menos desde entonces no paran de invitarme a congresos sobre la obra de Julio Cortázar...

Y digo que era un juego secreto porque el estilo de la película era muy clásico; quizás demasiado, pienso ahora. La primera mitad está demasiado dominada por el costumbrismo (intentando capturar el clima de los cuentos que narran las andanzas de la familia que vive en la calle Humboldt, agrupados en la sección "Ocupaciones raras", del libro Historias de Cronopios y de Famas) hasta llegar al clima enrarecido de la última media hora (que tiene un clima más emparentado a otros cuentos de Cortázar, los de temática fantástica). El desafío era balancear dentro de una misma película esos dos climas cortazarianos (el humor costumbrista, del que se habla muy poco, y el inquietante). El resultado fue medio desparejo, creo. Me justifico diciendo que escribí el guión con 23 años (aunque lo filmé más tarde). Pero la verdad es que no una excusa muy sólida... Manuel Antín rodó tres películas sobre cuentos de Cortázar, mucho más arriesgadas que la mía, y lo hizo cincuenta años antes, siendo también muy joven... 


¿Existen proyectos para filmar luego de la célebre Mentiras Piadosas, su primer largo en suelo español?


Sí, tengo tres proyectos de largometraje desarrollados después de Mentiras piadosas, pero financiarlos no está resultando fácil. Ahora mismo estoy con otro proyecto de largo pero documental. A ver cómo van las cosas en estos tiempos tan enrarecidos...


Por fuera de esto no podemos dejar de mencionar otra labor que lo vincula con Argentina que fue la presentación de Manuel Antín, un auténtico mito del cine argentino, en Casa América. ¿Que lo decidió por esa experiencia?"


Fue un momento increíble, la culminación de una cadena de situaciones muy curiosas. Yo conocí a Manuel en persona cuando el periodista Juan Pablo Cinelli nos reunió para dialogar sobre Cortázar, para un suplemento cultural de un diario uruguayo. Su idea era algo así como "dos generaciones frente al universo de Julio Cortázar". Pero, como te decía, la paradoja es que Manuel hizo en los años 60 unas películas mucho más arriesgadas y experimentales que la mía. Así que en la charla jugábamos casi opuestos a nuestras edades...  A raíz de ese encuentro cada vez que voy a visitar a mi vieja, que vive en la misma manzana de la Universidad del Cine, pasaba a tomar un café con Manuel y charlar un poco de cine. Más de una vez me ha invitado a compartir su mesa en el restaurante La Brigada donde almuerza casi diría religiosamente desde hace no sé cuántos años, en la calle Estados Unidos (N.d.R. La Brigada es una reconocida  "parrilla" argentina en el centro histórico de la ciudad de Buenos Aires, el barrio de San Telmo). Siempre me fascinó la vida cultural que tenía Buenos Aires durante los años 60 y Manuel fue uno de sus exponentes, así que me puedo pasar horas escuchándolo. Generalmente es él que dice: "bueno... tengo que seguir trabajando". Esto creo que pasó en el 2011. En el 2014 armé junto a Mariángeles Fernández, una periodista y editora española, un homenaje a Cortázar por su centenario, en la Filmoteca Española, que tiene una sala preciosa llamada Doré, de principios de siglo XX, restaurada. Sería como nuestra Sala Lugones de Argentina solo que su arquitectura es mucho más antigua. 

El realizador argentino Manuel Antín en diálogo con Alan Pauls en Casa América


¿Y cómo fue ese evento?


El evento que organizamos era un ciclo de películas "presentadas" por Cortázar. Revisamos su correspondencia y fuimos rescatando fragmentos donde comentaba películas y reflexionaba sobre el cine. El ciclo tuvo un éxito asombroso; se agotaron las entradas en muchas de las funciones. Me hubiese gustado mucho repetirlo en Buenos Aires... A ver si en el próximo aniversario tenemos algún centro cultural interesado...

El caso es que la Filmoteca pidió incluir también algunas adaptaciones al cine de cuentos de Cortázar así que lo llamamos a Manuel, que cedió una copia de Circe. Por cierto, colas de gente para verla, cincuenta años después de su estreno. Charlando con Mariángeles nos propusimos grabar alguna entrevista con Manuel porque ella quería hacer un libro sobre su relación con Cortázar. Ese fue el inicio de un largo camino en el que seguimos avanzando, grabando charlas con Manuel sobre sus diferentes adaptaciones porque además de Cortázar trabajó sobre textos de otros autores. Hace un par de años le propusimos a Teresa Toledo, una figura clave de la gestión cultural en torno al cine latino en España, que lleva el área de cine de Casa de América desde hace años y hace una labor invaluable por la promoción de los cineasta latinos, organizar un homenaje a Antín. Ella lo conoce en persona así que se puso manos a la obra y le dio forma a un ciclo muy potente, que incluyó una charla de antología con Alan Pauls. El dato interesante aquí es que el padre de Alan fue el productor de La cifra impar, la primera película de Manuel sobre "Cartas de mamá", el cuento de Cortázar. Así que la charla fue también un reencuentro histórico. Está grabada y colgada en la web de la Casa de América, si alguien quiere verla.  Por desgracia no se grabó en vídeo la charla que hicimos Mariángeles y yo con Manuel, que incluyó una grabación en audio enviada por Graciela Borges. Fue un momento muy lindo. Manuel viajó con su mujer, Ponchi Morpurgo, famosa escenógrafa y vestuarista, con sus hijos y sus nietos, así que fue un gran reencuentro familiar de los Antín.  Ahora Mariángeles y yo seguimos avanzando en nuestro libro sobre él, aprovechando estos tiempos de confinamiento... Hemos encontrado algunas joyas en los archivos del Museo del Cine y de la ENERC, como el guión de "Adan Buenosyares" que Manuel nunca pudo filmar, con las anotaciones de Miguel Paulino Tato, el famoso censor. Esperamos tener el libro terminado a principios del año que viene, si la pandemia lo permite...


¿Qué favorece narrativamente el formato del cortometraje?


Creo que el formato corto es ideal para probar ciertos juegos que en un largo serían demasiado arriesgados. También para poder sostener una estética más rigurosa, como hicimos con Dieguillo Fernández cuando rodamos ¡Ratas!, un corto que guardo como un tesoro. Creo que allí nos permitimos ser mucho más libres y nos tiramos a la pileta, rodando en blanco y negro, con encuadres expresionistas, con juegos visuales y haciendo a la vez una alegoría política... Eso es algo que intento sostener en todo lo que ruedo. Sin dudas ¡Ratas! es donde más logrado quedó. Hace poco le pedí a Dieguillo (que además de director y guionista es un dibujante muy creativo) que diseñara un personaje para estamparlo en una remera, para una escena de El chico del tren. Quería meter una dibujo suyo en el corto casi como un guiño y porque en otros planos aparecen muchos recuerdos de gente importante para mí. Y me mandó varias opciones pero al final no pudimos usarla porque la primera impresión salió mal y cuando quisimos repetirla, era un feriado y no encontramos dónde hacerla. Un garrón...


El chico del tren es una historia de gran sensibilidad que apela, en uno de sus elementos narrativos, a la diferencia. Pero considerando la diferencia interior del sujeto y no necesariamente del entorno. ¿Cree que esta reflexión sobre las múltiples naturalezas del amor lo conecta con su anterior trabajo?


Sí, algo de eso hay, sin duda. Al menos intenté acercarme más al mundo emocional de los personajes. Quizás como reacción al corto anterior, Los invitados siempre vuelven, que era un relato mucho más frío, y un juego narrativo porque sí. Aquí intenté que las idas y venidas de la historia se centraran en el punto de vista de Sara, que es un personaje que observa mucho y dice poco (salvo en una de las escenas que es un diálogo de cuatro minutos y fue el origen del guión). De hecho, las cosas más importantes no están dichas. Nunca hablan de los miedos de Sara, de por qué no se lanza a lo que Tobías le propone, ni de la diferencia de edad. Creo que ponerlo en palabras hubiera sido limitante. Lo hablamos mucho con Vicenta Ndongo, la actriz que interpreta a Sara. Ella le dio al personaje una dimensión impresionante. Es una actriz extraordinaria, capaz de sostener un silencio o una mirada y abrir un abismo, sin mover un músculo. Con ella el corto ganó profundidad. Nos entendimos muy bien trabajando y creo que eso se nota el en resultado final.  Te confieso que me dio mucho pudor hacer este corto. No por el argumento en sí o por sus imágenes sino por meterme de manera muy directa con las emociones. Mi motivación para hacer este corto era meterme con algo que me parece que, socialmente, estamos perdiendo, que es la gestión de lo romántico. Me parece que las libertades conquistadas (bienvenidas sean, por supuesto) nos permiten vincularnos más a la ligera, incluso sexualmente, pero nos dificultan la intimidad. Quería plantear un personaje que pudiera vincularse con mucha libertad en un terreno específicamente sexual pero que se sintiera amenazada por la ternura. Durante los ensayos le regalé a Vicenta un poema de Jorge Luis Borges, "El amenazado", que comienza diciendo: "Es el amor. Tendré que ocultarme o huir." Es lo que hace ella. Solo que Tobías, como buen enamorado, es persistente.


¿Cómo fue el rodaje de El chico del tren? ¿Es difícil rodar en exteriores en una ciudad tan populosa como Madrid?


Sí, sobre todo en un barrio como Malasaña, que hasta hace poco era un desfile de turistas sobre fondo de bares y terrazas. Por eso rodamos un fin de semana largo. El domingo había muy poca gente. Los interiores los hicimos durante la semana. Lo más complicado fueron las escenas en el lago. Víctor, el actor que interpreta a Tobías, estuvo entrenando bastante para poder integrarse con los otros chicos del equipo profesional de Kayak, pero el día que rodamos esos planos tuvimos muchos problemas con la luz, porque estaba nublado y perdimos el brillo que necesitábamos (para darle forma al recuerdo de Sara). Quedaron muy deslucidos así que  el montaje los quité a casi todos. Después se levantó un viento que doblaba los árboles y se largó a llover en escenas que tenían continuidad con exteriores de sol. Un caos... En ese sentido "Los invitados... " había tenido un rodaje mucho más agradecido: llovió sin parar de la mañana a la noche! No sé por qué insisto en rodar en otoño... Bah, sí lo sé: me encantan los colores de esa estación, pero es complicada.


Cuales son sus expectativas con referencia a su presentación en Madrid y que recorrido tiene planeado en un momento tan difícil para la industria del cine mundial?


Es muy curioso lo que pasa con la película al estrenarse ahora. Digamos que lo que plantea temáticamente se ve recontextualizado. Una historia que habla de encuentros y de intimidad, se estrena en un momento donde la cercanía social se señala como un peligro. No sé cómo va a ser recibida... El estreno oficial es el viernes 16 de Octubre, dentro de la Semana del Cortometraje de Madrid (porque el corto está financiado en parte con un subsidio de la Comunidad), que se vio postergada ya dos veces, en Abril y en Julio. En el medio empezó a circular por festivales, en principio a nivel nacional. Ya estuvo en Medina del Campo, Almagro, Guadalajara, El Masnou y otras ciudades pero como hay aforos limitados, sólo pude estar presente en la proyección de Almagro, que fue en pleno verano, al aire libre. Es raro... Creo que a todos los directores nos gusta acompañar un poco a nuestras películas para ver cómo las reciben. Yo entro en la sala y me siento a ver cómo respira el público, en qué momento se ríe o si se mueve en la butaca. Con "Los invitados..." pasaba algo rarísimo: era un corto que generaba mucha incomodidad. La gente se movía y tosía todo el tiempo. Al final les gustaba pero había algo que generaba incomodidad. Supongo que era la conducta de los personajes, que hacían cosas bastante... particulares, digamos. Los tres podrían resultar un poco reprochables.